El desafío
Las concentraciones de gases de efecto invernadero, que atrapan el calor en la atmósfera, se encuentran en máximos históricos.
Antes de la Revolución Industrial, las concentraciones de dióxido de carbono (CO₂) atmosférico se mantuvieron a un nivel casi constante, en torno a 280 partes por millón (ppm), durante miles de años. Desde entonces, las concentraciones de CO₂ han aumentado casi un 50 % hasta alcanzar 417,9 ppm en 2022, debido a la quema de combustibles fósiles, la deforestación y los cambios de uso de la tierra.
El CO₂ es, con diferencia, el más importante de los gases de efecto invernadero de vida larga relacionados con las actividades humanas; otros son, por ejemplo, el metano y el óxido nitroso. Casi la mitad de las emisiones de CO₂ permanece en la atmósfera. El océano solo absorbe un poco más de la cuarta parte de esas emisiones, y los ecosistemas terrestres, como los bosques y los humedales, algo menos del 30 %. Mientras continúen las emisiones, el CO₂ seguirá acumulándose en la atmósfera, con el consiguiente aumento de las temperaturas a escala mundial. El CO₂ es un gas caracterizado por su larga vida y, por tanto, el nivel de temperatura observado actualmente persistirá durante decenios.
Para que el aumento de la temperatura mundial no supere el umbral de 1,5° C por encima de los niveles preindustriales (el nivel más bajo contemplado en el Acuerdo de París sobre el cambio climático), es necesaria una reducción acusada de los gases de efecto invernadero que conduzca al cero neto en emisiones a nivel mundial de aquí a principios de la década de 2050.
Si no actuamos con rapidez, se estima que, con las políticas de mitigación actuales, se producirá un calentamiento global de unos 2,8 °C con respecto a los niveles preindustriales de aquí a finales de siglo.
La respuesta
No podemos gestionar eficazmente lo que no se mide. De ahí que la OMM esté trabajando para poner en marcha la Vigilancia Mundial de los Gases de Efecto Invernadero con el fin de respaldar y fundamentar las medidas de mitigación.
La Vigilancia Mundial de los Gases de Efecto Invernadero —también conocida como “G3W”, por sus siglas en inglés— permitirá reforzar y coordinar las actividades de monitoreo con miras a proporcionar una base científica más sólida que sirva de fundamento a las medidas de mitigación adoptadas en el marco del Acuerdo de París sobre el cambio climático.
Esta importante iniciativa tiene por objeto subsanar deficiencias de información críticas para el conocimiento de la distribución geográfica y las tendencias de los flujos de los principales gases de efecto invernadero, y proporcionar un marco operacional integrado que reúna en una sola infraestructura todos los sistemas de observación desde el espacio y en superficie, así como las capacidades de modelización y asimilación de datos.
La Vigilancia Mundial de los Gases de Efecto Invernadero proporcionará una gran cantidad de datos cuantitativos que ayudarán a comprender mejor los ciclos de estos gases. Ello permitirá predecir con mayor grado de acierto las trayectorias climáticas a largo plazo y orientar las actividades de mitigación que se requieren de inmediato.
Esta iniciativa aprovecha los buenos resultados de la OMM en la coordinación de la colaboración internacional para la predicción meteorológica y el análisis del clima, así como las actividades que, desde hace mucho tiempo, se llevan a cabo en el ámbito del monitoreo de los gases de efecto invernadero en distintas escalas temporales y espaciales, de minutos a años y de la escala local a la planetaria.