"Desde los años noventa del siglo pasado, cada década ha sido más cálida que la anterior y no vemos señales inmediatas de que esta tendencia vaya a invertirse. El número de países que registraron temperaturas máximas sin precedentes fue mayor que en cualquier otra década. Nuestros océanos se calientan cada vez más y más rápido y el ritmo de aumento del nivel del mar casi se ha duplicado en menos de una generación. Estamos perdiendo la carrera para salvar nuestros glaciares y mantos de hielo que se derriten", declara el Secretario General de la OMM, profesor Petteri Taalas.
"Ello se ve impulsado inequívocamente por las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de las actividades humanas", declara el Secretario General de la OMM, profesor Petteri Taalas, quien también afirma que "tenemos que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero como prioridad máxima y absoluta para el planeta, a fin de evitar que el cambio climático se descontrole".
"Nuestro clima es cada vez más extremo y tiene un impacto claro y demostrable en el desarrollo socioeconómico. Las sequías, las olas de calor, las crecidas, los ciclones tropicales y los incendios forestales dañan las infraestructuras, destruyen las cosechas, limitan el abastecimiento de agua y provocan desplazamientos masivos", afirma el profesor Taalas. "Numerosos estudios muestran que, en particular, el riesgo de calor intenso ha aumentado de manera considerable en la última década".
El informe documenta cómo los fenómenos extremos a lo largo de la década tuvieron efectos devastadores, especialmente en la seguridad alimentaria, los desplazamientos y la migración, obstaculizando el desarrollo nacional y los progresos en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Pero también muestra cómo las mejoras en las predicciones, las alertas tempranas y la coordinación de la gestión y respuesta en materia de desastres están dando resultado. El número de víctimas como consecuencia de fenómenos extremos ha disminuido, lo cual está asociado a la mejora de los sistemas de alerta temprana, si bien las pérdidas económicas han aumentado.
La financiación pública y privada para el clima casi se duplicó entre 2011 y 2020. No obstante, es necesario que sea al menos siete veces mayor de aquí a finales de la presente década para alcanzar los objetivos climáticos.
El informe se presentó en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, CP 28, y subraya la necesidad de adoptar una acción climática mucho más ambiciosa para intentar limitar el aumento de la temperatura mundial a 1,5 °C, como máximo, por encima de la era preindustrial.
El informe decenal sobre el estado del clima ofrece una perspectiva a más largo plazo y trasciende la variabilidad interanual de nuestro clima, a la vez que complementa los informes anuales de la OMM sobre el estado del clima mundial. El informe anual provisional correspondiente a 2023, presentado en la CP 28, señala que 2023 va camino de ser el año más cálido desde que hay registros.
El informe se basa en análisis de datos físicos y evaluaciones de impactos realizados por decenas de expertos de los Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales, los Centros Regionales sobre el Clima, las oficinas nacionales de estadística y los asociados de las Naciones Unidas.
Conclusiones principales:
Ha sido la década más cálida desde que hay registros con diferencia, tanto en la superficie terrestre como en los océanos.
La temperatura media mundial correspondiente al período 2011-2020 fue 1,10 ± 0,12 °C superior al promedio de 1850-1900. Ello se basa en el promedio de seis conjuntos de datos utilizados por la OMM. Los seis años más cálidos desde que hay registros a nivel mundial se produjeron entre 2015 y 2020.
Las sucesivas décadas transcurridas desde los años noventa del siglo pasado han sido más cálidas que cualquiera de las décadas anteriores.
Los años más cálidos de la década fueron 2016, debido a un episodio intenso de El Niño, y 2020. Las mayores anomalías positivas de la década, en lugares con más de 2 °C por encima del promedio de 1981-2010, tuvieron lugar en el Ártico.
El número de países que registraron temperaturas máximas sin precedentes fue mayor que en cualquier otra década.
Las concentraciones atmosféricas de los tres principales gases de efecto invernadero siguieron aumentando a lo largo de la década.
Durante aproximadamente los 10 000 años anteriores al inicio de la era industrial, el dióxido de carbono atmosférico se mantuvo a un nivel casi constante, situándose en torno a 280 ppm (ppm = número de moléculas del gas por millón de moléculas de aire seco). Desde entonces, el CO2 ha aumentado casi un 50 % hasta alcanzar 413,2 ppm en 2020, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles, la deforestación y los cambios en el uso del suelo.
El promedio mundial decenal de CO2 durante 1991-2000 fue de 361,7 ppm, durante la década de 2001-2010 fue de 380,3 ppm, y en 2011-2020 ascendió a 402,0 ppm.
Durante los mismos períodos, la tasa media de crecimiento aumentó de 1,5 ppm/año y 1,9 ppm/año a 2,4 ppm/año.
Para estabilizar el clima y evitar un mayor calentamiento, hay que reducir las emisiones de forma sostenible.
Las tasas de calentamiento y acidificación de los océanos van en aumento.
Alrededor del 90 % del calor acumulado en el sistema Tierra se almacena en el océano. Las tasas de calentamiento de los océanos muestran un aumento especialmente marcado en las dos últimas décadas.
El calentamiento de la capa superior de los océanos, hasta los 2 000 metros de profundidad, alcanzó tasas de 1,0 ± 0,1 Wm-2 durante el período 2006-2020, frente a 0,6 ± 0,1 Wm-2 durante todo el período 1971-2020. En 2020 alcanzó un máximo histórico y se prevé que esta tendencia continúe en el futuro.
Una consecuencia de la acumulación de CO2 en el océano es su acidificación, es decir, el descenso del pH oceánico, lo cual plantea dificultades a los organismos marinos para desarrollar y mantener sus conchas, caparazones y esqueletos.
Las olas de calor marinas son cada vez más frecuentes e intensas.
Durante cualquiera de los años comprendidos entre 2011 y 2020, aproximadamente el 60 % de la superficie del océano experimentó una ola de calor.
Los tres años que registraron un mayor promedio de días con olas de calor marinas fueron 2016 (61 días), 2020 (58 días) y 2019 (54 días).
Las olas de calor marinas se han vuelto relativamente más intensas en la última década. Los fenómenos de categoría II (intensos) se han vuelto más frecuentes que los clasificados en la categoría I (moderados). Hubo un promedio de 0,5 días de ola de calor marina extrema (categoría IV) al año en la última década, y de 1 día entero en 2016, año de El Niño. En el pasado, estos fenómenos extremos, que pueden cambiar ecosistemas enteros, eran tan infrecuentes que apenas podían medirse a escala mundial.
El aumento del nivel medio del mar a escala mundial se está acelerando, en gran parte debido al calentamiento de los océanos y a la pérdida de masa de hielo continental.
De 2011 a 2020, el nivel del mar subió a un ritmo anual de 4,5 mm/año, frente a los 2,9 +/- 0,5 mm/año en 2001-2010.
El aumento del nivel medio del mar a escala mundial se ha acelerado, debido sobre todo a la pérdida acelerada de masa del manto de hielo de Groenlandia y, en menor medida, al deshielo acelerado de los glaciares y al calentamiento de los océanos.
La pérdida de glaciares no tiene precedentes en los registros modernos.
El espesor de los glaciares que se midieron en todo el mundo se redujo aproximadamente 1 m al año de media entre 2011 y 2020.
La evaluación más reciente basada en 42 glaciares de referencia con mediciones a largo plazo revela que en el período comprendido entre 2011 y 2020 se registraron los balances de masa medios más bajos de cualquier década en que se hayan realizado observaciones. Algunos de los glaciares de referencia del balance de masas ya se han derretido, ya que la nieve invernal que los nutre se funde por completo durante los meses de verano.
Casi todas las 19 regiones glaciares primarias han registrado valores negativos cada vez mayores entre 2000 y 2020.
En general, los glaciares que quedan cerca del ecuador están disminuyendo rápidamente. Es probable que los glaciares de Papúa (Indonesia) desaparezcan por completo en la próxima década. En África, se prevé que los glaciares de los montes Rwenzori y del monte Kenya hayan desaparecido en 2030, y los del Kilimanjaro en 2040.
Groenlandia y la Antártida perdieron un 38 % más de hielo entre 2011 y 2020 que durante el período 2001-2010.
Los mantos de hielo continentales de Groenlandia y la Antártida son los mayores depósitos de agua dulce de la Tierra, ya que almacenan un volumen de 29,5 millones de km3 de agua congelada. Cuando los mantos de hielo pierden masa, contribuyen directamente a elevar el nivel medio del mar a escala mundial y, por tanto, monitorear el volumen de hielo que ganan o pierden es fundamental para evaluar el cambio del nivel del mar.
Durante la década de 2011-2020, Groenlandia perdió masa a un ritmo medio de 251 gigatoneladas (Gt) al año, registrando una nueva pérdida de masa sin precedentes de 444 Gt en 2019. El manto de hielo continental de la Antártida perdió hielo a un ritmo medio de 143 Gt al año durante esta década, y más de tres cuartas partes de esta pérdida de masa correspondían a la Antártida occidental. Con respecto a la década anterior (2001-2010), se trata de un aumento de las pérdidas de hielo de casi el 75 %. Ello difiere del hielo marino antártico.
Combinando los mantos de hielo de Groenlandia y la Antártida, hubo un aumento de las pérdidas de hielo del 38 % con respecto a 2001-2010. Ello confirma el aumento sostenido de las pérdidas con respecto a la década de 1990 (1992-2000), cuando las pérdidas de los mantos de hielo de Groenlandia y la Antártida ascendieron a 84 Gt al año.
La extensión de los hielos marinos del Ártico sigue disminuyendo desde hace varias décadas: el valor mínimo medio estacional fue un 30 % inferior al promedio.
El hielo marino del Ártico siguió disminuyendo, sobre todo durante la temporada de deshielo estival. La extensión mínima estacional media durante el período 2011-2020 fue de 4,37 millones de km2, es decir, un 30 % inferior al promedio de 1981-2010 de 6,22 millones de km2. La disminución fue menos pronunciada, pero aun así sustancial, durante la temporada de acumulación invernal, con un valor máximo medio anual durante la década de 14,78 millones de km2, es decir, un 6 % inferior al promedio de 15,65 millones de km2 del período 1981-2010.
La reducción de la extensión de los hielos marinos estuvo acompañada de una disminución de su espesor y volumen, aunque los datos correspondientes a estos indicadores son más limitados. También ha disminuido notablemente la extensión de hielo que duraba más de un año. En marzo de 1985, el hielo viejo (cuatro o más años) representaba el 33 % de la cobertura total de hielo del océano Ártico, pero esa cifra había caído por debajo del 10 % en 2010, y en marzo de 2020 había descendido hasta el 4,4 %.
El agujero de la capa de ozono fue más pequeño en el período 2011-2020 que durante las dos décadas anteriores.
En promedio, durante el período 2011-2020, el déficit de masa máxima anual fue inferior al de las dos décadas anteriores. Gracias a las medidas adoptadas en el marco del Protocolo de Montreal, la cantidad total de cloro que entró en la estratosfera procedente de sustancias que agotan la capa de ozono controladas y no controladas, como los clorofluorocarbonos (CFC), se redujo en un 11,5 % con respecto a su valor máximo de 3 660 ppt en 1993, situándose en 3 240 ppt en 2020.
Se prevé que los valores totales de ozono en la Antártida hayan vuelto a los valores de 1980 en torno a 2065, y que el ozono total en primavera haya vuelto a los valores de 1980 en el Ártico aproximadamente en 2045.
Desarrollo sostenible
Para alcanzar los ODS y cumplir las metas del Acuerdo de París, es necesaria una acción sinérgica, en que los avances en uno de ellos puedan conducir a mejoras en el otro.
Por primera vez, este informe demuestra conexiones concretas entre los fenómenos extremos y el desarrollo. A través de una colaboración interdisciplinaria con organismos de las Naciones Unidas y oficinas nacionales de estadística, una selección de estudios de casos demuestra cómo los fenómenos extremos que ocurrieron a lo largo de la década han obstaculizado el progreso en la consecución de los ODS.
Los fenómenos extremos ocurridos a lo largo de la década tuvieron efectos devastadores, especialmente en la seguridad alimentaria y la movilidad humana. Los fenómenos relacionados con el tiempo y el clima fueron responsables de casi el 94 % de todos los desplazamientos provocados por desastres registrados en la última década, y contribuyeron al retroceso en el progreso de los esfuerzos mundiales para acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición.
En lo que respecta a muchos fenómenos extremos, la probabilidad de que se produzca un fenómeno de esa magnitud se ha visto alterada, a menudo en gran medida, a causa del cambio climático antropógeno. Prácticamente todos los estudios de atribución concluyeron que la probabilidad de que se produzca un episodio de calor extremo había aumentado de forma considerable.
Las olas de calor fueron responsables del mayor número de víctimas, mientras que los ciclones tropicales fueron los que causaron más daños económicos.
El número de víctimas como consecuencia de fenómenos extremos ha disminuido, lo cual está asociado a la mejora de los sistemas de alerta temprana, pero las pérdidas económicas han aumentado.
Uno de los principales factores que han contribuido a este descenso ha sido la mejora de los sistemas de alerta temprana, impulsada por las mejoras en las predicciones, junto con una mejor gestión de desastres. La década de 2011-2020 fue la primera desde 1950 en la que no hubo ningún fenómeno de corta duración con 10 000 muertes o más.
No obstante, las pérdidas económicas derivadas de los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos siguieron aumentando. Mientras que el huracán Katrina de 2005 sigue siendo el desastre meteorológico más costoso del mundo, los siguientes cuatro fenómenos más costosos fueron huracanes que ocurrieron en la década de 2011-2020, y cuyos mayores impactos tuvieron lugar en los Estados Unidos o sus territorios.
Hubo una gran diferencia entre los fenómenos que causaron un gran número de víctimas y los que ocasionaron grandes pérdidas económicas, tanto desde el punto de vista del tipo de fenómeno como de su distribución geográfica. De los 13 fenómenos conocidos que causaron más de 1 000 muertes, 6 fueron olas de calor; 4 fueron inundaciones monzónicas o deslizamientos de tierra asociados a dichas inundaciones, y 3 fueron ciclones tropicales.
De los 27 fenómenos que causaron pérdidas económicas conocidas superiores a 10 000 millones de dólares de los Estados Unidos, en 2022, 16 se produjeron en los Estados Unidos y 8 en Asia Oriental; 13 de los 27 fenómenos fueron ciclones tropicales, 8 fueron crecidas y 3 fueron incendios forestales.