2019 год завершает десятилетие исключительной глобальной жары и погодных явлений со значительными воздействиями и последствиями

02 Декабря 2019

El año 2019 pone punto final a una década marcada por registros de calor excepcionales, por el retroceso de los hielos y por subidas del nivel del mar sin precedentes a nivel mundial, cambios exacerbados por las emisiones de gases de efecto invernadero fruto de la actividad humana. Casi con toda certeza, las temperaturas medias del quinquenio (2015-2019) y de la década (2010-2019) serán las más elevadas de las que se tiene constancia. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), todo apunta a que 2019 será el segundo o tercer año más cálido del que se tienen datos.

Madrid, 3 de diciembre de 2019 – El año 2019 pone punto final a una década marcada por registros de calor excepcionales, por el retroceso de los hielos y por subidas del nivel del mar sin precedentes a nivel mundial, cambios exacerbados por las emisiones de gases de efecto invernadero fruto de la actividad humana. Casi con toda certeza, las temperaturas medias del quinquenio (2015-2019) y de la década (2010-2019) serán las más elevadas de las que se tiene constancia. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), todo apunta a que 2019 será el segundo o tercer año más cálido del que se tienen datos.

Global-mean-temperature_MetOfficeTal y como se explica en la versión provisional de la Declaración de la OMM sobre el estado del clima mundial, en 2019 la temperatura media mundial (en el período de enero a octubre) estuvo aproximadamente 1,1 °C por encima de los niveles preindustriales.

Las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera alcanzaron un nuevo máximo histórico de 407,8 partes por millón en 2018, y en 2019 no dejaron de aumentar. Ese gas permanece en la atmósfera durante siglos, y en los océanos durante períodos todavía más prolongados, de modo que perpetúa el cambio climático.

Según el informe, se ha constatado que, desde 1993, cuando se empezaron a realizar mediciones satelitales, la subida del nivel del mar se ha acelerado a causa de la fusión de los mantos de hielo de Groenlandia y la Antártida.

El océano hace las veces de amortiguador al absorber calor y dióxido de carbono, pero ello acarrea graves consecuencias. El calor acumulado en las aguas oceánicas ha alcanzado niveles sin precedentes y se han producido olas de calor marinas generalizadas. La acidez del agua del mar ha aumentado un 26 % desde el inicio de la era industrial. Como resultado, ecosistemas marinos de vital importancia se están degradando.

El valor mínimo de extensión diaria del hielo marino en el Ártico de septiembre de 2019 fue el segundo más bajo desde que se tienen registros satelitales, y en el mes de octubre también se establecieron récords de extensión mínima. Por su parte, en la Antártida, las extensiones de hielo registraron valores mínimos sin precedentes en algunos meses de 2019.

“Si no adoptamos medidas urgentes para combatir el cambio climático ahora, todo apunta a un aumento de la temperatura de más de 3 °C de aquí a finales de siglo, y sus consecuencias para el bienestar de la humanidad serán todavía más perjudiciales”, afirmó el Secretario General de la OMM, Petteri Taalas. “Estamos muy lejos de cumplir el objetivo del Acuerdo de París”.

“Los efectos del cambio climático se manifiestan a diario en forma de fenómenos meteorológicos extremos y "anómalos". Y, una vez más en 2019, los riesgos relacionados con el tiempo y el clima tuvieron consecuencias catastróficas. Las olas de calor y las inundaciones que solían producirse "una vez cada 100 años" son cada vez más frecuentes. Los efectos de ciclones tropicales de una intensidad devastadora se sintieron en países desde Bahamas hasta el Japón, pasando por Mozambique, y los incendios forestales arrasaron grandes zonas del Ártico y Australia”, dijo el señor Taalas.

“Una de las principales consecuencias del cambio climático es que la configuración de las precipitaciones es más irregular. Ello pone en peligro el rendimiento de las cosechas y, si además se tiene en cuenta el crecimiento demográfico, en el futuro los países vulnerables deberán afrontar considerables desafíos para velar por su seguridad alimentaria”, explicó.

Una parte importante del informe se dedica a los impactos que los fenómenos meteorológicos y climáticos tienen en la salud de las personas, la seguridad alimentaria, las migraciones, los ecosistemas y la vida marina. Ese trabajo se basa en las aportaciones de una amplia variedad de asociados de las Naciones Unidas, que figuran en las notas para los editores.

Las condiciones de calor extremo afectan cada vez más a la salud de las personas y, por ende, a los sistemas sanitarios, y las repercusiones más significativas se dejan sentir con fuerza allí donde el envejecimiento de la población y los problemas relacionados con la urbanización, los efectos de isla de calor urbana y las desigualdades en materia de salud son más importantes. En 2018, la cantidad de personas vulnerables de más 65 años expuestas a olas de calor aumentó en 220 millones con respecto a la media del período de referencia comprendido entre 1986 y 2005.

La variabilidad del clima y los fenómenos meteorológicos extremos son algunos de los principales factores que explican el reciente aumento del hambre en el mundo y una de las causas principales de crisis graves. Tras una década de reducción constante, el hambre experimenta un repunte, dado que en 2018 la padecieron más de 820 millones de personas. En 26 de los 33 países afectados por crisis alimentarias en 2018, la variabilidad del clima y los fenómenos meteorológicos extremos fueron —junto con las perturbaciones económicas y las situaciones de conflicto— aspectos que agravaron la coyuntura imperante. En 12 de esos 26 países, la variabilidad del clima y los fenómenos meteorológicos extremos fueron los principales factores causantes de la situación de crisis.

Entre enero y junio de 2019, se registraron más de diez millones de nuevos desplazamientos internos, y siete millones fueron debidos a fenómenos peligrosos, como el ciclón Idai en el sureste de África, el ciclón Fani en Asia Meridional, el huracán Dorian en el Caribe y las inundaciones en la República Islámica del Irán, Filipinas y Etiopía. Esos episodios generaron entre la población apremiantes necesidades humanitarias y de protección.

En la versión provisional de la Declaración de la OMM sobre el estado del clima mundial se facilita una fuente autorizada de información para las negociaciones de las Naciones Unidas sobre el cambio climático —el 25º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (CP 25) en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC)—, que tendrá lugar en Madrid del 2 al 13 de diciembre. Complementa, asimismo, los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

En marzo de 2020 se publicará la versión definitiva de la Declaración de la OMM sobre el estado del clima mundial con los datos del conjunto de 2019.

Temperature-difference_ERA5

Indicadores climáticos a escala mundial

El año 2019 cierra la década con las temperaturas más altas de las que se tienen datos

La temperatura media mundial durante el período de enero a octubre de 2019 estuvo 1,1 ± 0,1 °C por encima de los niveles preindustriales (1850-1900). Casi con toda seguridad, las medias correspondientes al quinquenio (2015-2019) y a la década (2010-2019) serán las más elevadas del conjunto de períodos quinquenales y decenales, respectivamente, de los que se tienen datos. Desde los años ochenta, cada nueva década ha sido más cálida que la anterior.

Según las previsiones, 2019 será el segundo o tercer año más caluroso jamás registrado. El año 2016, que empezó con un episodio de El Niño de intensidad excepcional, se mantiene como el año más cálido.

Grandes extensiones del Ártico experimentaron temperaturas inusualmente cálidas en 2019. En la mayoría de las zonas terrestres, las temperaturas superaron la media reciente, en particular, en América del Sur, Europa, África, Asia y Oceanía. En los Estados Unidos de América, el estado de Alaska también registró temperaturas excepcionalmente elevadas. En cambio, en gran parte de América del Norte la temperatura se quedó por debajo de la media reciente.

Concentraciones sin precedentes de gases de efecto invernadero

En 2018, las concentraciones de gases de efecto invernadero alcanzaron nuevos valores máximos, y las fracciones molares promediadas a escala mundial registraron los valores siguientes: 407,8 ± 0,1 partes por millón (ppm) para el dióxido de carbono (CO2), 1 869 ± 2 partes por mil millones (ppb) en el caso del metano (CH4), y 331,1 ± 0,1 ppb en lo que al óxido nitroso (N2O) se refiere. Esos valores suponen incrementos del 147 %, 259 % y 123 %, respectivamente, con respecto a los niveles preindustriales (1750).

Los promedios mundiales de 2019 no se conocerán hasta finales de 2020, pero los datos en tiempo real procedentes de diversas ubicaciones indican que las concentraciones de CO2 no dejaron de aumentar en 2019.

Aceleración del aumento del nivel medio del mar a escala mundial

Si se tiene en cuenta el conjunto del registro altimétrico satelital, el nivel del mar ha subido, pero el ritmo de aumento se ha acelerado durante ese período de recopilación de datos, en parte a causa de la fusión de los mantos de hielo de Groenlandia y la Antártida. En octubre de 2019, el nivel medio del mar a escala mundial alcanzó su valor más elevado desde que empezaron a registrarse datos altimétricos de alta precisión (enero de 1993).

Contenido calorífico de los océanos

Los océanos absorben más del 90 % del exceso de energía que se acumula en el sistema climático a causa del incremento de las concentraciones de gases de efecto invernadero. En 2019, el contenido calorífico de los océanos en los primeros 700 m bajo la superficie (para esa capa, empezaron a recopilarse datos en la década de 1950) y en los primeros 2 000 m bajo la superficie (para esa capa, el registro empezó en 2005) se mantuvo en niveles sin precedentes o cercanos a batir récords, y la media anual superó con creces el máximo anterior fijado en 2018.

Los datos sobre la temperatura de la superficie del mar obtenidos mediante satélite pueden utilizarse para monitorizar las olas de calor marinas. En lo que llevamos de 2019, los océanos han registrado, de media, aproximadamente 1,5 meses de temperaturas inusualmente cálidas. En las zonas oceánicas afectadas por olas de calor marinas, un 38 % de esos fenómenos se clasificaron como “fuertes” y un 28 % como “moderados”. En grandes zonas del Pacífico nororiental se produjo una ola de calor marina clasificada como “severa”.

Constante acidificación de los océanos

En el decenio de 2009 a 2018, los océanos absorbieron aproximadamente el 22 % de las emisiones anuales de CO2, y ello ha contribuido a atenuar el cambio climático. Sin embargo, el incremento de las concentraciones atmosféricas de CO2 afecta a la química de los océanos.

Las observaciones oceánicas han puesto de manifiesto una reducción en el valor medio del pH de la superficie del océano mundial a una velocidad de entre 0,017 y 0,027 unidades de pH por decenio desde finales de los años ochenta, según se indica en el Informe especial del IPCC sobre los océanos y la criosfera en un clima cambiante, un ritmo que equivale a un aumento en la acidez de las aguas del 26 % desde el inicio de la revolución industrial.

Reducción del hielo marino

La constante pérdida a largo plazo de hielo marino en el Ártico se confirmó en 2019. La extensión media mensual de septiembre (que acostumbra a ser el mes del año que registra la menor extensión) fue la tercera más baja de la que se tienen datos, y la extensión mínima diaria igualó el segundo registro más bajo.

Hasta 2016, la extensión de hielo marino en la Antártida había experimentado un pequeño incremento a largo plazo. Sin embargo, a finales de 2016, esa tendencia se revirtió con una repentina reducción que dejó la extensión de hielo marino en valores mínimos extremos. Desde entonces, se ha mantenido en niveles relativamente bajos.

Capa de hielo de Groenlandia

El balance de masa de hielo total del manto de hielo de Groenlandia indica una pérdida neta de 329 gigatoneladas (Gt) durante el período de septiembre de 2018 a agosto de 2019. Para poner esas cifras en contexto, conviene referirse a los datos de los satélites que participan en el Experimento de Recuperación Gravitatoria y Clima (GRACE), según los cuales en Groenlandia se perdieron aproximadamente 260 Gt de hielo cada año entre 2002 y 2016, llegándose a perder 458 Gt en 2011/2012, período en el que la merma de la capa de hielo fue más importante.

Fenómenos de fuerte impacto

Inundaciones

En la parte central de los Estados Unidos de América, la zona septentrional del Canadá, el norte de Rusia y Asia Suroccidental, los acumulados de precipitación fueron inusualmente elevados. El promedio de precipitación durante 12 meses en el territorio contiguo de los Estados Unidos para el período de julio de 2018 a junio de 2019 fue el más alto jamás registrado (962 mm).

Se produjo una demora en el inicio y en la retirada del monzón índico, y ello ocasionó un importante déficit de precipitación en junio, pero un exceso en los meses siguientes.

En enero se dieron condiciones muy lluviosas en partes de América del Sur. Las inundaciones fueron graves en el norte de la Argentina, el Uruguay y el sur del Brasil, y las pérdidas en los dos primeros países se estiman en 2 500 millones de dólares de los Estados Unidos.

A finales de marzo y principios de abril, las inundaciones afectaron seriamente la República Islámica del Irán. En octubre y principios de noviembre, graves inundaciones asolaron muchas zonas de África Oriental que, hasta ese momento, habían estado castigadas por la sequía.

Sequía

La sequía afectó muchas partes del sureste asiático y el suroeste del Pacífico en 2019, y en muchos casos esas condiciones están vinculadas con la intensa fase positiva del dipolo del océano Índico. Desde mediados de año en adelante, prevalecieron condiciones excepcionalmente secas en Indonesia y los países vecinos, así como también en partes de la cuenca del Mekong más al norte. La pertinaz sequía que había asolado muchas partes de la zona interior del este de Australia en 2017 y 2018 se extendió y se intensificó en 2019. Tomando en consideración los valores medios del conjunto de Australia, el período de enero a octubre fue el más seco desde 1902.

La sequía se hizo notar en muchas partes de América Central. Las condiciones fueron sustancialmente más secas de lo normal en Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador, hasta que en octubre llegaron fuertes lluvias. En el centro de Chile también se vivió un año excepcionalmente seco, y en Santiago, los acumulados de precipitación desde principios de año hasta el 20 de noviembre se limitaron a 82 mm, una cifra inferior al 25 % de la media a largo plazo.

Olas de calor

A finales de junio y finales de julio se produjeron dos importantes olas de calor en Europa. El 28 de junio se estableció en Francia un nuevo récord nacional de temperatura máxima de 46,0 °C (1,9 °C por encima del máximo anterior). También se batieron récords nacionales en Alemania (42,6 °C), los Países Bajos (40,7 °C), Bélgica (41,8 °C), Luxemburgo (40,8 °C) y el Reino Unido (38,7 °C), y el calor también se extendió hasta los países nórdicos. En Helsinki, por ejemplo, se registró la temperatura más alta desde que comenzaron los registros en la capital (33,2 °C el 28 de julio).

En Australia, el verano fue excepcionalmente cálido. La temperatura media de la estación fue la más elevada jamás registrada, superando el máximo anterior en prácticamente 1 °C, y el mes de enero fue el más cálido del que se tienen datos en el país. El calor fue particularmente destacable por su persistencia, pero también cabe señalar que se dieron valores extremos significativos, como los 46,6 °C que se registraron en Adelaida el 24 de enero, la temperatura más elevada desde que empezaron los registros en la ciudad.

Incendios forestales

La temporada de incendios superó los registros medios en diversas regiones de latitudes altas, en particular, en Siberia (Federación de Rusia) y Alaska (Estados Unidos de América), y también se declararon incendios en algunas partes del Ártico en las que, en el pasado, ello había sido sumamente atípico.

La grave sequía en Indonesia y los países vecinos conllevó la temporada de incendios más devastadora desde 2015. La cantidad de fuegos declarados en la región de la Amazonía brasileña estuvo solo ligeramente por encima de la media del decenio, pero en el conjunto de América del Sur, 2019 fue el año con más incendios desde 2010, y a ese respecto cabe destacar Bolivia y Venezuela entre los países con incendios particularmente activos.

Ciclones tropicales

A escala mundial, la temporada de ciclones tropicales de 2019 estuvo ligeramente por encima de la media. Hasta la fecha, en el hemisferio norte se han producido 66 ciclones tropicales, lo que contrasta con el promedio de 56 que suelen formarse hasta esta época del año, si bien cabe señalar que la energía ciclónica acumulada estuvo solo un 2 % por encima de la media. En el hemisferio sur, la temporada 2018/2019 también superó la media al registrarse 27 ciclones.

El ciclón tropical Idai, uno de los sistemas de mayor intensidad jamás vistos en la costa oriental de África, tocó tierra en Mozambique el 15 de marzo, provocando numerosas víctimas mortales y causando una devastación generalizada. Idai contribuyó a la destrucción completa de cerca de 780 000 hectáreas de cultivos en Malawi, Mozambique y Zimbabwe, lastrando todavía más la seguridad alimentaria de la región, que ya se encontraba en situación precaria. El ciclón también provocó el desplazamiento de por lo menos 50 905 personas en Zimbabwe, 53 237 en el sur de Malawi y 77 019 en Mozambique.

Uno de los ciclones tropicales más intensos del año fue Dorian, que tocó tierra como huracán de categoría 5 en Bahamas. La destrucción que provocó se vio agravada por su avance excepcionalmente lento y por el hecho de mantenerse prácticamente estacionario durante aproximadamente 24 horas.

El tifón Hagibis tocó tierra al oeste de Tokio el 12 de octubre y provocó graves inundaciones.

Riesgos e impactos de índole climática

Mayores riesgos para la salud (Organización Mundial de la Salud)

En 2019, temperaturas máximas sin precedentes socavaron la salud y el bienestar de la población de Australia, la India, el Japón y Europa. En el Japón, una ola de calor de gran intensidad afectó al país desde finales de julio hasta principios de agosto de 2019 y provocó más de 100 muertos y 18 000 hospitalizaciones adicionales. En Europa se produjeron dos importantes olas de calor durante el verano de 2019. En junio, una ola de calor que afectó al suroeste y al centro de Europa ocasionó diversas víctimas mortales en España y Francia. La ola de calor más importante tuvo lugar a finales de julio, y se dejó notar con fuerza en gran parte de Europa Central y Occidental. En los Países Bajos, se atribuyeron a la ola de calor 2 964 víctimas mortales, lo que supone casi 400 muertes más que durante una semana de verano media.

Los cambios en las condiciones climáticas desde 1950 facilitan la transmisión del virus del dengue a través de varias especies del mosquito Aedes, lo que agrava el riesgo de aparición de la enfermedad. En paralelo, la incidencia del dengue a escala mundial ha aumentado drásticamente en los últimos decenios, y aproximadamente la mitad de la población mundial actualmente corre el riesgo de contraer la enfermedad. En 2019, se produjo un gran incremento en el número de casos de dengue en todo el mundo, si se comparan las cifras con las registradas durante el mismo período de 2018.

Mantenimiento de las repercusiones negativas para la seguridad alimentaria (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura)

En el sur de África, la temporada de lluvias empezó con retraso y se produjeron períodos generalizados de sequía. Según las previsiones, la producción regional de cereales será un 8 % inferior a la media de los últimos 5 años, y se espera que la inseguridad alimentaria afectará gravemente a 12,5 millones de personas de la región hasta marzo de 2020, es decir, un aumento de más del 10 % con respecto al año anterior.

La seguridad alimentaria se ha deteriorado en diversas zonas de Etiopía, Somalia, Kenya y Uganda a causa de la escasez de precipitaciones durante la temporada de las “lluvias largas” y la temporada de lluvias “gu”. En conjunto, aproximadamente 12,3 millones de personas carecen de seguridad alimentaria en la región del Cuerno de África. Entre octubre y noviembre de 2019, Somalia se vio afectada, además, por intensas inundaciones.

En marzo de 2019, en algunas partes del Afganistán se vivieron las peores inundaciones en una década. Como consecuencia de ello, 13,5 millones de personas se encuentran en situación de inseguridad alimentaria en el país, y 22 de las 34 provincias todavía no se han recuperado de las condiciones de sequía severa que se dieron en 2018.

Los desastres multiplican los desplazamientos de población (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y Organización Internacional para las Migraciones)

Entre enero y junio de 2019, se contabilizaron más de diez millones de nuevos desplazamientos internos, y siete millones se debieron a desastres como el ciclón Idai en África Suroriental, el ciclón Fani en Asia Meridional, el huracán Dorian en el Caribe y las inundaciones en la República Islámica del Irán, Filipinas y Etiopía, fenómenos que acarrearon ingentes necesidades humanitarias y protección.

Las inundaciones fueron el peligro natural vinculado con mayor frecuencia a un aumento de los desplazamientos, seguidas por los temporales y las sequías. Asia y el Pacífico se mantienen como las regiones de todo el mundo más propensas a los desplazamientos causados por desastres, tanto súbitos como de evolución lenta.

La cantidad de nuevos desplazamientos asociados a fenómenos meteorológicos extremos podría más que triplicarse hasta alcanzar una cifra de aproximadamente 22 millones de personas a finales de 2019.

Notas para los editores

La información que figura en la Declaración procede de diversos Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales (SMHN) e instituciones asociadas, así como de Centros Regionales sobre el Clima, del Programa Mundial de Investigaciones Climáticas (PMIC), de la Vigilancia de la Atmósfera Global (VAG) y de la Vigilancia de la Criosfera Global (VCG). También han aportado información otros organismos de las Naciones Unidas, entre ellos, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la Comisión Oceanográfica Intergubernamental (COI) de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR), la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), y la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La Organización Meteorológica Mundial usa conjuntos de datos (basados en datos climatológicos mensuales procedentes de sitios de observación) de la Administración Nacional del Océano y de la Atmósfera (NOAA) de los Estados Unidos, del Instituto Goddard de Investigaciones Espaciales de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA), del Centro Hadley de la Oficina Meteorológica del Reino Unido y de la Unidad de Investigación Climática de la Universidad de East Anglia del Reino Unido.

También utiliza conjuntos de datos de reanálisis del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Medio Plazo y de su Servicio de Cambio Climático del programa Copernicus, así como del Servicio Meteorológico del Japón. Este método combina millones de observaciones meteorológicas y marinas, incluidas las satelitales, con modelos a fin de producir un reanálisis completo de la atmósfera. Gracias a la combinación de observaciones y modelos, se pueden estimar temperaturas en cualquier momento y lugar del globo, incluso en áreas con escasez de datos, como las regiones polares.

Para más información, diríjase a: Clare Nullis, agregada de prensa. Correo electrónico: cnullis@wmo.int. Teléfono móvil: +41 79 709 1397

Примечания для редакторов

Madrid, 3 de diciembre de 2019 – El año 2019 pone punto final a una década marcada por registros de calor excepcionales, por el retroceso de los hielos y por subidas del nivel del mar sin precedentes a nivel mundial, cambios exacerbados por las emisiones de gases de efecto invernadero fruto de la actividad humana. Casi con toda certeza, las temperaturas medias del quinquenio (2015-2019) y de la década (2010-2019) serán las más elevadas de las que se tiene constancia. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), todo apunta a que 2019 será el segundo o tercer año más cálido del que se tienen datos.

Global-mean-temperature_MetOfficeTal y como se explica en la versión provisional de la Declaración de la OMM sobre el estado del clima mundial, en 2019 la temperatura media mundial (en el período de enero a octubre) estuvo aproximadamente 1,1 °C por encima de los niveles preindustriales.

Las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera alcanzaron un nuevo máximo histórico de 407,8 partes por millón en 2018, y en 2019 no dejaron de aumentar. Ese gas permanece en la atmósfera durante siglos, y en los océanos durante períodos todavía más prolongados, de modo que perpetúa el cambio climático.

Según el informe, se ha constatado que, desde 1993, cuando se empezaron a realizar mediciones satelitales, la subida del nivel del mar se ha acelerado a causa de la fusión de los mantos de hielo de Groenlandia y la Antártida.

El océano hace las veces de amortiguador al absorber calor y dióxido de carbono, pero ello acarrea graves consecuencias. El calor acumulado en las aguas oceánicas ha alcanzado niveles sin precedentes y se han producido olas de calor marinas generalizadas. La acidez del agua del mar ha aumentado un 26 % desde el inicio de la era industrial. Como resultado, ecosistemas marinos de vital importancia se están degradando.

El valor mínimo de extensión diaria del hielo marino en el Ártico de septiembre de 2019 fue el segundo más bajo desde que se tienen registros satelitales, y en el mes de octubre también se establecieron récords de extensión mínima. Por su parte, en la Antártida, las extensiones de hielo registraron valores mínimos sin precedentes en algunos meses de 2019.

“Si no adoptamos medidas urgentes para combatir el cambio climático ahora, todo apunta a un aumento de la temperatura de más de 3 °C de aquí a finales de siglo, y sus consecuencias para el bienestar de la humanidad serán todavía más perjudiciales”, afirmó el Secretario General de la OMM, Petteri Taalas. “Estamos muy lejos de cumplir el objetivo del Acuerdo de París”.

“Los efectos del cambio climático se manifiestan a diario en forma de fenómenos meteorológicos extremos y "anómalos". Y, una vez más en 2019, los riesgos relacionados con el tiempo y el clima tuvieron consecuencias catastróficas. Las olas de calor y las inundaciones que solían producirse "una vez cada 100 años" son cada vez más frecuentes. Los efectos de ciclones tropicales de una intensidad devastadora se sintieron en países desde Bahamas hasta el Japón, pasando por Mozambique, y los incendios forestales arrasaron grandes zonas del Ártico y Australia”, dijo el señor Taalas.

“Una de las principales consecuencias del cambio climático es que la configuración de las precipitaciones es más irregular. Ello pone en peligro el rendimiento de las cosechas y, si además se tiene en cuenta el crecimiento demográfico, en el futuro los países vulnerables deberán afrontar considerables desafíos para velar por su seguridad alimentaria”, explicó.

Una parte importante del informe se dedica a los impactos que los fenómenos meteorológicos y climáticos tienen en la salud de las personas, la seguridad alimentaria, las migraciones, los ecosistemas y la vida marina. Ese trabajo se basa en las aportaciones de una amplia variedad de asociados de las Naciones Unidas, que figuran en las notas para los editores.

Las condiciones de calor extremo afectan cada vez más a la salud de las personas y, por ende, a los sistemas sanitarios, y las repercusiones más significativas se dejan sentir con fuerza allí donde el envejecimiento de la población y los problemas relacionados con la urbanización, los efectos de isla de calor urbana y las desigualdades en materia de salud son más importantes. En 2018, la cantidad de personas vulnerables de más 65 años expuestas a olas de calor aumentó en 220 millones con respecto a la media del período de referencia comprendido entre 1986 y 2005.

La variabilidad del clima y los fenómenos meteorológicos extremos son algunos de los principales factores que explican el reciente aumento del hambre en el mundo y una de las causas principales de crisis graves. Tras una década de reducción constante, el hambre experimenta un repunte, dado que en 2018 la padecieron más de 820 millones de personas. En 26 de los 33 países afectados por crisis alimentarias en 2018, la variabilidad del clima y los fenómenos meteorológicos extremos fueron —junto con las perturbaciones económicas y las situaciones de conflicto— aspectos que agravaron la coyuntura imperante. En 12 de esos 26 países, la variabilidad del clima y los fenómenos meteorológicos extremos fueron los principales factores causantes de la situación de crisis.

Entre enero y junio de 2019, se registraron más de diez millones de nuevos desplazamientos internos, y siete millones fueron debidos a fenómenos peligrosos, como el ciclón Idai en el sureste de África, el ciclón Fani en Asia Meridional, el huracán Dorian en el Caribe y las inundaciones en la República Islámica del Irán, Filipinas y Etiopía. Esos episodios generaron entre la población apremiantes necesidades humanitarias y de protección.

En la versión provisional de la Declaración de la OMM sobre el estado del clima mundial se facilita una fuente autorizada de información para las negociaciones de las Naciones Unidas sobre el cambio climático —el 25º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (CP 25) en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC)—, que tendrá lugar en Madrid del 2 al 13 de diciembre. Complementa, asimismo, los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

En marzo de 2020 se publicará la versión definitiva de la Declaración de la OMM sobre el estado del clima mundial con los datos del conjunto de 2019.

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Indicadores climáticos a escala mundial

El año 2019 cierra la década con las temperaturas más altas de las que se tienen datos

La temperatura media mundial durante el período de enero a octubre de 2019 estuvo 1,1 ± 0,1 °C por encima de los niveles preindustriales (1850-1900). Casi con toda seguridad, las medias correspondientes al quinquenio (2015-2019) y a la década (2010-2019) serán las más elevadas del conjunto de períodos quinquenales y decenales, respectivamente, de los que se tienen datos. Desde los años ochenta, cada nueva década ha sido más cálida que la anterior.

Según las previsiones, 2019 será el segundo o tercer año más caluroso jamás registrado. El año 2016, que empezó con un episodio de El Niño de intensidad excepcional, se mantiene como el año más cálido.

Grandes extensiones del Ártico experimentaron temperaturas inusualmente cálidas en 2019. En la mayoría de las zonas terrestres, las temperaturas superaron la media reciente, en particular, en América del Sur, Europa, África, Asia y Oceanía. En los Estados Unidos de América, el estado de Alaska también registró temperaturas excepcionalmente elevadas. En cambio, en gran parte de América del Norte la temperatura se quedó por debajo de la media reciente.

Concentraciones sin precedentes de gases de efecto invernadero

En 2018, las concentraciones de gases de efecto invernadero alcanzaron nuevos valores máximos, y las fracciones molares promediadas a escala mundial registraron los valores siguientes: 407,8 ± 0,1 partes por millón (ppm) para el dióxido de carbono (CO2), 1 869 ± 2 partes por mil millones (ppb) en el caso del metano (CH4), y 331,1 ± 0,1 ppb en lo que al óxido nitroso (N2O) se refiere. Esos valores suponen incrementos del 147 %, 259 % y 123 %, respectivamente, con respecto a los niveles preindustriales (1750).

Los promedios mundiales de 2019 no se conocerán hasta finales de 2020, pero los datos en tiempo real procedentes de diversas ubicaciones indican que las concentraciones de CO2 no dejaron de aumentar en 2019.

Aceleración del aumento del nivel medio del mar a escala mundial

Si se tiene en cuenta el conjunto del registro altimétrico satelital, el nivel del mar ha subido, pero el ritmo de aumento se ha acelerado durante ese período de recopilación de datos, en parte a causa de la fusión de los mantos de hielo de Groenlandia y la Antártida. En octubre de 2019, el nivel medio del mar a escala mundial alcanzó su valor más elevado desde que empezaron a registrarse datos altimétricos de alta precisión (enero de 1993).

Contenido calorífico de los océanos

Los océanos absorben más del 90 % del exceso de energía que se acumula en el sistema climático a causa del incremento de las concentraciones de gases de efecto invernadero. En 2019, el contenido calorífico de los océanos en los primeros 700 m bajo la superficie (para esa capa, empezaron a recopilarse datos en la década de 1950) y en los primeros 2 000 m bajo la superficie (para esa capa, el registro empezó en 2005) se mantuvo en niveles sin precedentes o cercanos a batir récords, y la media anual superó con creces el máximo anterior fijado en 2018.

Los datos sobre la temperatura de la superficie del mar obtenidos mediante satélite pueden utilizarse para monitorizar las olas de calor marinas. En lo que llevamos de 2019, los océanos han registrado, de media, aproximadamente 1,5 meses de temperaturas inusualmente cálidas. En las zonas oceánicas afectadas por olas de calor marinas, un 38 % de esos fenómenos se clasificaron como “fuertes” y un 28 % como “moderados”. En grandes zonas del Pacífico nororiental se produjo una ola de calor marina clasificada como “severa”.

Constante acidificación de los océanos

En el decenio de 2009 a 2018, los océanos absorbieron aproximadamente el 22 % de las emisiones anuales de CO2, y ello ha contribuido a atenuar el cambio climático. Sin embargo, el incremento de las concentraciones atmosféricas de CO2 afecta a la química de los océanos.

Las observaciones oceánicas han puesto de manifiesto una reducción en el valor medio del pH de la superficie del océano mundial a una velocidad de entre 0,017 y 0,027 unidades de pH por decenio desde finales de los años ochenta, según se indica en el Informe especial del IPCC sobre los océanos y la criosfera en un clima cambiante, un ritmo que equivale a un aumento en la acidez de las aguas del 26 % desde el inicio de la revolución industrial.

Reducción del hielo marino

La constante pérdida a largo plazo de hielo marino en el Ártico se confirmó en 2019. La extensión media mensual de septiembre (que acostumbra a ser el mes del año que registra la menor extensión) fue la tercera más baja de la que se tienen datos, y la extensión mínima diaria igualó el segundo registro más bajo.

Hasta 2016, la extensión de hielo marino en la Antártida había experimentado un pequeño incremento a largo plazo. Sin embargo, a finales de 2016, esa tendencia se revirtió con una repentina reducción que dejó la extensión de hielo marino en valores mínimos extremos. Desde entonces, se ha mantenido en niveles relativamente bajos.

Capa de hielo de Groenlandia

El balance de masa de hielo total del manto de hielo de Groenlandia indica una pérdida neta de 329 gigatoneladas (Gt) durante el período de septiembre de 2018 a agosto de 2019. Para poner esas cifras en contexto, conviene referirse a los datos de los satélites que participan en el Experimento de Recuperación Gravitatoria y Clima (GRACE), según los cuales en Groenlandia se perdieron aproximadamente 260 Gt de hielo cada año entre 2002 y 2016, llegándose a perder 458 Gt en 2011/2012, período en el que la merma de la capa de hielo fue más importante.

Fenómenos de fuerte impacto

Inundaciones

En la parte central de los Estados Unidos de América, la zona septentrional del Canadá, el norte de Rusia y Asia Suroccidental, los acumulados de precipitación fueron inusualmente elevados. El promedio de precipitación durante 12 meses en el territorio contiguo de los Estados Unidos para el período de julio de 2018 a junio de 2019 fue el más alto jamás registrado (962 mm).

Se produjo una demora en el inicio y en la retirada del monzón índico, y ello ocasionó un importante déficit de precipitación en junio, pero un exceso en los meses siguientes.

En enero se dieron condiciones muy lluviosas en partes de América del Sur. Las inundaciones fueron graves en el norte de la Argentina, el Uruguay y el sur del Brasil, y las pérdidas en los dos primeros países se estiman en 2 500 millones de dólares de los Estados Unidos.

A finales de marzo y principios de abril, las inundaciones afectaron seriamente la República Islámica del Irán. En octubre y principios de noviembre, graves inundaciones asolaron muchas zonas de África Oriental que, hasta ese momento, habían estado castigadas por la sequía.

Sequía

La sequía afectó muchas partes del sureste asiático y el suroeste del Pacífico en 2019, y en muchos casos esas condiciones están vinculadas con la intensa fase positiva del dipolo del océano Índico. Desde mediados de año en adelante, prevalecieron condiciones excepcionalmente secas en Indonesia y los países vecinos, así como también en partes de la cuenca del Mekong más al norte. La pertinaz sequía que había asolado muchas partes de la zona interior del este de Australia en 2017 y 2018 se extendió y se intensificó en 2019. Tomando en consideración los valores medios del conjunto de Australia, el período de enero a octubre fue el más seco desde 1902.

La sequía se hizo notar en muchas partes de América Central. Las condiciones fueron sustancialmente más secas de lo normal en Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador, hasta que en octubre llegaron fuertes lluvias. En el centro de Chile también se vivió un año excepcionalmente seco, y en Santiago, los acumulados de precipitación desde principios de año hasta el 20 de noviembre se limitaron a 82 mm, una cifra inferior al 25 % de la media a largo plazo.

Olas de calor

A finales de junio y finales de julio se produjeron dos importantes olas de calor en Europa. El 28 de junio se estableció en Francia un nuevo récord nacional de temperatura máxima de 46,0 °C (1,9 °C por encima del máximo anterior). También se batieron récords nacionales en Alemania (42,6 °C), los Países Bajos (40,7 °C), Bélgica (41,8 °C), Luxemburgo (40,8 °C) y el Reino Unido (38,7 °C), y el calor también se extendió hasta los países nórdicos. En Helsinki, por ejemplo, se registró la temperatura más alta desde que comenzaron los registros en la capital (33,2 °C el 28 de julio).

En Australia, el verano fue excepcionalmente cálido. La temperatura media de la estación fue la más elevada jamás registrada, superando el máximo anterior en prácticamente 1 °C, y el mes de enero fue el más cálido del que se tienen datos en el país. El calor fue particularmente destacable por su persistencia, pero también cabe señalar que se dieron valores extremos significativos, como los 46,6 °C que se registraron en Adelaida el 24 de enero, la temperatura más elevada desde que empezaron los registros en la ciudad.

Incendios forestales

La temporada de incendios superó los registros medios en diversas regiones de latitudes altas, en particular, en Siberia (Federación de Rusia) y Alaska (Estados Unidos de América), y también se declararon incendios en algunas partes del Ártico en las que, en el pasado, ello había sido sumamente atípico.

La grave sequía en Indonesia y los países vecinos conllevó la temporada de incendios más devastadora desde 2015. La cantidad de fuegos declarados en la región de la Amazonía brasileña estuvo solo ligeramente por encima de la media del decenio, pero en el conjunto de América del Sur, 2019 fue el año con más incendios desde 2010, y a ese respecto cabe destacar Bolivia y Venezuela entre los países con incendios particularmente activos.

Ciclones tropicales

A escala mundial, la temporada de ciclones tropicales de 2019 estuvo ligeramente por encima de la media. Hasta la fecha, en el hemisferio norte se han producido 66 ciclones tropicales, lo que contrasta con el promedio de 56 que suelen formarse hasta esta época del año, si bien cabe señalar que la energía ciclónica acumulada estuvo solo un 2 % por encima de la media. En el hemisferio sur, la temporada 2018/2019 también superó la media al registrarse 27 ciclones.

El ciclón tropical Idai, uno de los sistemas de mayor intensidad jamás vistos en la costa oriental de África, tocó tierra en Mozambique el 15 de marzo, provocando numerosas víctimas mortales y causando una devastación generalizada. Idai contribuyó a la destrucción completa de cerca de 780 000 hectáreas de cultivos en Malawi, Mozambique y Zimbabwe, lastrando todavía más la seguridad alimentaria de la región, que ya se encontraba en situación precaria. El ciclón también provocó el desplazamiento de por lo menos 50 905 personas en Zimbabwe, 53 237 en el sur de Malawi y 77 019 en Mozambique.

Uno de los ciclones tropicales más intensos del año fue Dorian, que tocó tierra como huracán de categoría 5 en Bahamas. La destrucción que provocó se vio agravada por su avance excepcionalmente lento y por el hecho de mantenerse prácticamente estacionario durante aproximadamente 24 horas.

El tifón Hagibis tocó tierra al oeste de Tokio el 12 de octubre y provocó graves inundaciones.

Riesgos e impactos de índole climática

Mayores riesgos para la salud (Organización Mundial de la Salud)

En 2019, temperaturas máximas sin precedentes socavaron la salud y el bienestar de la población de Australia, la India, el Japón y Europa. En el Japón, una ola de calor de gran intensidad afectó al país desde finales de julio hasta principios de agosto de 2019 y provocó más de 100 muertos y 18 000 hospitalizaciones adicionales. En Europa se produjeron dos importantes olas de calor durante el verano de 2019. En junio, una ola de calor que afectó al suroeste y al centro de Europa ocasionó diversas víctimas mortales en España y Francia. La ola de calor más importante tuvo lugar a finales de julio, y se dejó notar con fuerza en gran parte de Europa Central y Occidental. En los Países Bajos, se atribuyeron a la ola de calor 2 964 víctimas mortales, lo que supone casi 400 muertes más que durante una semana de verano media.

Los cambios en las condiciones climáticas desde 1950 facilitan la transmisión del virus del dengue a través de varias especies del mosquito Aedes, lo que agrava el riesgo de aparición de la enfermedad. En paralelo, la incidencia del dengue a escala mundial ha aumentado drásticamente en los últimos decenios, y aproximadamente la mitad de la población mundial actualmente corre el riesgo de contraer la enfermedad. En 2019, se produjo un gran incremento en el número de casos de dengue en todo el mundo, si se comparan las cifras con las registradas durante el mismo período de 2018.

Mantenimiento de las repercusiones negativas para la seguridad alimentaria (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura)

En el sur de África, la temporada de lluvias empezó con retraso y se produjeron períodos generalizados de sequía. Según las previsiones, la producción regional de cereales será un 8 % inferior a la media de los últimos 5 años, y se espera que la inseguridad alimentaria afectará gravemente a 12,5 millones de personas de la región hasta marzo de 2020, es decir, un aumento de más del 10 % con respecto al año anterior.

La seguridad alimentaria se ha deteriorado en diversas zonas de Etiopía, Somalia, Kenya y Uganda a causa de la escasez de precipitaciones durante la temporada de las “lluvias largas” y la temporada de lluvias “gu”. En conjunto, aproximadamente 12,3 millones de personas carecen de seguridad alimentaria en la región del Cuerno de África. Entre octubre y noviembre de 2019, Somalia se vio afectada, además, por intensas inundaciones.

En marzo de 2019, en algunas partes del Afganistán se vivieron las peores inundaciones en una década. Como consecuencia de ello, 13,5 millones de personas se encuentran en situación de inseguridad alimentaria en el país, y 22 de las 34 provincias todavía no se han recuperado de las condiciones de sequía severa que se dieron en 2018.

Los desastres multiplican los desplazamientos de población (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y Organización Internacional para las Migraciones)

Entre enero y junio de 2019, se contabilizaron más de diez millones de nuevos desplazamientos internos, y siete millones se debieron a desastres como el ciclón Idai en África Suroriental, el ciclón Fani en Asia Meridional, el huracán Dorian en el Caribe y las inundaciones en la República Islámica del Irán, Filipinas y Etiopía, fenómenos que acarrearon ingentes necesidades humanitarias y protección.

Las inundaciones fueron el peligro natural vinculado con mayor frecuencia a un aumento de los desplazamientos, seguidas por los temporales y las sequías. Asia y el Pacífico se mantienen como las regiones de todo el mundo más propensas a los desplazamientos causados por desastres, tanto súbitos como de evolución lenta.

La cantidad de nuevos desplazamientos asociados a fenómenos meteorológicos extremos podría más que triplicarse hasta alcanzar una cifra de aproximadamente 22 millones de personas a finales de 2019.

Notas para los editores

La información que figura en la Declaración procede de diversos Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales (SMHN) e instituciones asociadas, así como de Centros Regionales sobre el Clima, del Programa Mundial de Investigaciones Climáticas (PMIC), de la Vigilancia de la Atmósfera Global (VAG) y de la Vigilancia de la Criosfera Global (VCG). También han aportado información otros organismos de las Naciones Unidas, entre ellos, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la Comisión Oceanográfica Intergubernamental (COI) de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR), la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), y la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La Organización Meteorológica Mundial usa conjuntos de datos (basados en datos climatológicos mensuales procedentes de sitios de observación) de la Administración Nacional del Océano y de la Atmósfera (NOAA) de los Estados Unidos, del Instituto Goddard de Investigaciones Espaciales de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA), del Centro Hadley de la Oficina Meteorológica del Reino Unido y de la Unidad de Investigación Climática de la Universidad de East Anglia del Reino Unido.

También utiliza conjuntos de datos de reanálisis del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Medio Plazo y de su Servicio de Cambio Climático del programa Copernicus, así como del Servicio Meteorológico del Japón. Este método combina millones de observaciones meteorológicas y marinas, incluidas las satelitales, con modelos a fin de producir un reanálisis completo de la atmósfera. Gracias a la combinación de observaciones y modelos, se pueden estimar temperaturas en cualquier momento y lugar del globo, incluso en áreas con escasez de datos, como las regiones polares.

Para más información, diríjase a: Clare Nullis, agregada de prensa. Correo electrónico: cnullis@wmo.int. Teléfono móvil: +41 79 709 1397

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